“En el Perú vivimos en el caos”, Domingo García Belaunde lo definió claramente el domingo pasado en El Comercio. Cada vez que los caviares se debilitan y pensamos que hay una luz al final del túnel, contraatacan. Tienen mil vidas y recientemente están más empoderados que nunca. A más inri, hay toda una ola caviar en el empresariado por conveniencia o pésima asesoría. Se sentirán rejuvenecidos por dárselas de progresistas o seudo intelectuales, cuando bien saben que le están haciendo un inmenso daño a país. Deben estar cegados por la vanidad porque tontos no son y su trayectoria empresarial lo demuestra. Confío en que este recreo les dure poco.
¿Quién podrá rescatarnos de este escenario de odio, cobardía e incompetencia? Necesitamos una persona valiente (que nos aparte de la CIDH), firme (que no se amilane ante las amenazas), con un gran respaldo partidario y de derecha. No entiendo por qué a los líderes en nuestro país les cuesta tanto declararse de derecha. ¿Temen ser falsamente estigmatizados? ¿Prefieren calificarse de centro para acomodarse y quedar bien? El centro es ambiguo, es la NADA, no sirve.
¿Quizás tienen temor a que se les confunda con el fascismo o con gobiernos que reprimen los derechos sociales? Se equivocan; la imagen moderna de un gobierno de derecha es aquel sistema político que defiende la inversión privada –el capitalismo en su concepto más auténtico– y trata de minimizar la intervención del Estado en la actividad productiva, reduciendo su influencia a la protección de los sectores más necesitados de la sociedad.
Además, es indispensable que este nuevo liderazgo no utilice la justicia para perseguir a sus enemigos, como ocurre en muchos países vecinos con su democracia low cost, a los que miramos de reojo y con cierto desprecio, cuando somos un espejo de la misma miseria. La diferencia es que se hace desde una oscura fuerza: el poder caviar.
Someter a juicio la actuación de políticos o funcionarios públicos no solo es democráticamente legítimo, sino que es consubstancial a un Estado de derecho: los poderes deben atenerse a las leyes y toda desviación debe ser contralada por los jueces, sobre la base de la racionalidad jurídica y no la partidaria o ideológica y no bajo los mecanismos progres que selectivamente, sólo quieren apartar del camino a los lideres y funcionarios incómodos. Estamos ante la tormenta perfecta, un congreso muy vilipendiado, un Ejecutivo con camisa de fuerza, que al mejor estilo de Vizcarra busca aliados en los GORE con un aumento de S/ 15,000M en el PGR y, una oposición fragmentada, llena de egos, entre los cuales no destaca absolutamente nadie.
Podríamos aventurar nombres, pero en el fondo sabemos que ninguno podrá con el absoluto desmadre en el que se ha convertido el país. No solo es el tema político y la carencia de gente comprometida –aunque es el principal problema– hay una degradación a todo nivel. Por ejemplo, no acepto que Boluarte frente a la criminal matanza de 10 peruanos en la mina Poderosa declare a la prensa: “Estamos viendo desde el gobierno cómo formalizamos esa minería ilegal que tanto daño hace a la patria…” y siga tan oronda. No la ve. No es un problema puntual, es la mafia criminal capturando todos los sectores productivos del país, porque los ciudadanos están a merced de los delincuentes desde hace mucho tiempo.
Mandar más policías a la zona es poner parches nuevamente; hay que encarar el problema de forma integral. Se refirieron al Plan Bukele con arrogancia, pero hasta ahora son incapaces de presentar un proyecto que funcione y que garantice un mínimo de convivencia. Merecerían irse todos, este gobierno solo genera una sensación de vacío y orfandad, pero a pesar de ello, no estamos listos: hay que esperar y allanar el camino.
Columnista Diario Expreso
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