Un egresado de secundaria ha pasado cientos de horas escolares «estudiando ciencias». Si realmente aprendió, podría contestar con algún fundamento científico fácilmente preguntas como las siguientes:
¿Por qué un avión no se cae al volar? ¿Es bueno o malo para un adulto comer huevos o tomar leche? ¿A qué se debe que cuando una persona se pasa la toalla por el cuerpo «se seca»? ¿Por qué al viajar a la altura da «soroche»? ¿Por qué no se debe arrojar plásticos al mar? ¿Cuál es el origen y consecuencias de «El Niño»? ¿Cómo es que usar protector solar previene las quemaduras y cáncer a la piel? ¿Qué causa los infartos cardíacos? ¿Cuál es la razón por la que algunos vidrios son antirruido? ¿Por qué hace daño consumir drogas? ¿Qué implicancias tiene la deforestación de bosques en la vida humana? ¿Por qué automóviles y aviones no usan el mismo tipo de gasolina? ¿Por qué al mezclar el color azul con el amarillo se obtiene verde? ¿Cómo actúa un imán?
Si no puede contestarlas, ¿de qué le sirvieron todas esas horas de clases tradicionales?
Vale la pena verificar y pensar en opciones más efectivas para aprender ciencias.
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