No puedo dejar de pensar que, una vez más, nuestro país se ha quedado sin rumbo. El Congreso de la República entre comillas, “salvó la democracia” al aprobar la vacancia por incapacidad moral permanente contra Dina Boluarte. ¿De verdad alguien cree que la clase política pensó en el país antes que en sí misma? Me cuesta imaginarlo. Lo que vi fue un espectáculo de cálculo electoral, no un acto de ética y responsabilidad.
Dina Boluarte, guste o no, representaba la continuidad de un ciclo de gobiernos improvisados, sin plan de gobierno, sin rumbo y sin legitimidad social. Su caída era cuestión de tiempo. Pero lo que más me preocupa no es su salida, sino quiénes y por qué la provocaron. Un Congreso desacreditado, con más del 95 % de desaprobación, decidió expulsar a una presidenta impopular para limpiar su propia imagen, justo cuando se acercan las elecciones generales de 2026. Una jugada fría, pensada con la vista en las urnas, no en la seguridad ciudadana ni en la estabilidad del país.
Y mientras tanto, la delincuencia gana terreno. Los asaltos, los extorsionadores, los “cupos” que cobran en cada esquina… Lima y otras grandes ciudades se han convertido en territorios donde el miedo manda. El ataque al grupo musical Agua Marina fue solo una muestra de lo que vivimos: la violencia ya no respeta ni los escenarios ni la música. ¿Dónde estaban los proyectos de ley contra el crimen organizado? ¿Dónde está el liderazgo político para enfrentar la ola de inseguridad? No hubo nada. Ni el Ejecutivo ni el Legislativo supieron —ni quisieron— reaccionar a tiempo.
El nuevo presidente, José Jerí Oré, asume el poder con un pasado cuestionado. La denuncia por violación archivada no borra las dudas sobre su conducta ni sobre la ética que debe tener quien representa a toda una nación. ¿Es este el nuevo comienzo que el país necesita? Yo lo dudo. No podemos pedir moral a quienes viven en la sombra de la impunidad.
Lo más grave, sin embargo, es que seguimos atrapados en un círculo vicioso: vacancia, crisis política, nuevo presidente, y otra vez la decepción. Desde Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Pedro Castillo hasta Boluarte, la historia se repite con distintos protagonistas, pero el mismo libreto. Nos quejamos de los corruptos, pero seguimos votando por ellos. Y los congresistas lo saben. Por eso se reparten cargos, privilegios y discursos falsamente patrióticos.
Yo, sinceramente, no pienso votar por ninguno de los actuales congresistas. Ya demostraron su incapacidad para legislar con visión y coraje. No anticiparon la crisis de inseguridad ciudadana, no ofrecieron reformas, y solo actuaron cuando la política les convenía. No necesitamos más actores de telenovela política; necesitamos líderes reales, con ética y compromiso social.
La vacancia de Dina Boluarte no resolverá nada. No acabará con los sicarios, ni con las mafias, ni con los extorsionadores. Tampoco devolverá la confianza perdida en nuestras instituciones. Porque el problema no era solo Boluarte, sino todo el sistema que la rodea.
Finalmente, hoy más que nunca, me pregunto: ¿cuántas vacancias más podrá soportar el país antes de desinflarse de esperanza?
Nuestro país no necesita más destituciones, necesita dirección. No necesita congresistas oportunistas, sino ciudadanos comprometidos. Y mientras el Congreso siga legislando para las cámaras y no para la gente, la inseguridad —moral y real— continuará siendo el verdadero gobierno de este país.
Foto: Andina
0 Comentarios