Alcaldes de Islay protestan por retraso en represa Yanapuquio

Por Ubaldo Alvarez A ||

Esta semana, los alcaldes de la provincia de Islay alzaron su voz ante el retraso que enfrenta la construcción de la anhelada represa Yanapuquio. El tiempo parece haberse estancado en un proyecto que debió ver la luz hace más de cuatro décadas, y la impaciencia en la región crece como el río Tambo que ansían contener.

Desde la perspectiva del alcalde provincial, Richard Ale Cruz, la demora hasta el 2025 es inaceptable. Las palabras resonaron con fuerza, respaldadas por otros líderes locales en una reunión con el gobernador de Arequipa. Pero, ¿qué provoca este malestar? ¿Por qué la población podría movilizarse por el agua?

La respuesta se teje entre las líneas del descontento. El proyecto Yanapuquio, aún en su fase inicial, se ve obstaculizado por trámites que parecen no tener fin. El expediente y el estudio de impacto ambiental se alargan hasta el primer trimestre de 2024 y el segundo semestre de 2025, respectivamente. La burocracia, en este caso, se viste de sequedad para una región sedienta.

Pero el drama no termina ahí. Paltuture, el arqueólogo de la empresa, no cumplía los 8 años requeridos, sino 5 y el proyecto se desplomó como un castillo de naipes. ¿Y los responsables? Nadie está entre rejas. La incredulidad del burgomaestre es palpable, como si el agua se escapara entre sus dedos mientras intenta sostenerla.

Las movilizaciones se asoman en el horizonte, alimentadas por la reducción del agua del río Tambo debido al proyecto minero Quellaveco. Los agricultores del valle de Tambo, amenazados por la escasez, ven sus cosechas en riesgo, sobre todo el vital arroz. La confianza en la distribución de la Autoridad Nacional del Agua se desvanece, y el temor al Fenómeno El Niño se cierne como nube oscura.

En este caldo de incertidumbre, los alcaldes buscan aliados en Lima, exigiendo una ley que acelere los trámites. La lucha por el agua se traslada a los despachos, donde se negocia el líquido vital para el Valle de Tambo.

Mientras tanto, la Gobernadora de Moquegua marca su posición: cualquier represa debe beneficiar a su región. La solidaridad se desvanece entre las fronteras, y el diálogo se convierte en una danza de intereses.

Hoy, en la reunión en la Presidencia del Consejo de Ministros, se buscarán soluciones. Pero mientras las autoridades discuten, el agua sigue esperando y los pueblos, en desespero, claman por una realidad que parece escurrirse entre promesas y plazos incumplidos.

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