Si hay una institución clave para enfrentar las nuevas y extremadamente difíciles amenazas de la transnacionalización del crimen, que no reemplazan sino que se suman a los inmensos problemas de inseguridad cotidianos, esa es la policía.
¡Y no anda bien!
Demasiados incidentes por falta de profesionalismo, apatía y corrupción se agolpan en las noticias y es como para cerrar los ojos.
Sin duda, el caso más bochornoso es el revelado por “Cuarto poder”. Policías abiertamente comprados por narcotraficantes detenidos con las manos en la droga. En la comisaría de Santa Elizabeth se reemplaza la cocaína decomisada y se desbarata el arma declarándola inoperativa. ¡No hay delito! Todo bien ‘aceitado’ por un avieso abogado, pero, para su desgracia, registrado en video. ¿Caso excepcional o práctica frecuente en las comisarías?
Esta historia en particular se vuelve horrenda cuando nos enteramos de que la madre de un joven detenido en la víspera en un control de identidad tuvo que pagar para que lo soltaran. A la vez, le pidieron al muchacho que les dateara de algún lugar donde vendían drogas. Con ello detuvieron a los arriba mencionados, que serían liberados de culpa con coimas más sabrosas. El ‘soplón’ fue encontrado días después en un descampado asesinado a balazos.
Esta semana, en Puno, cuatro policías llegaron a la casa de una campesina denunciada por su vecina de haber robado un celular. Rodeada de sus dos pequeñas hijas y embarazada, se resistió. Se la llevaron a rastras y la aventaron a la maletera del patrullero. Ya en la comisaría sufrió fuertes dolores, pero no fue atendida y perdió a su bebe. ¿Era el suyo el perfil de una delincuente peligrosa?
Comparemos con lo de Pataz. Policías detienen a cinco mineros ilegales y, cuando una turba los hostiga, deciden soltar a cuatro de los detenidos con el argumento de que “somos muy respetuosos de los derechos y la integridad de los ciudadanos”. ¿Coincide esta explicación con lo sucedido en Puno?
Otro baldón son los fracasos constantes en la captura de Vladimir Cerrón, que podrían ser consecuencia de una protección al más alto nivel, implementada por algunos policías al estilo de lo que ocurrió en el gobierno anterior. La otra hipótesis es aún más inquietante: hay una verdadera voluntad de capturarlo y nadie lo está protegiendo. De ser así, más de 100 días prófugo pondrían en tela de juicio la competencia de la policía para enfrentar desafíos mucho más complicados.
Otras historias recientes: al policía encargado de la protección del hijo de la presidenta le roban el arma mientras duerme. Otro policía es identificado como cabecilla en el robo de una joyería en Magdalena. En el debut de Alianza Lima, fuegos artificiales (que siempre hay) asustan a varios caballos; estos, por descuido de sus jinetes, salen despavoridos trotando por el Centro de Lima. Uno de ellos se estrella contra un bus y muere.
Demasiadas golondrinas juntas como para que no haya verano.
La política es decisiva para explicar el deterioro de la moral policial. Para no ir más atrás, recordemos el daño que hizo Pedro Castillo vendiendo ascensos a generales y cambiando ministros y comandantes generales como si fuesen envases descartables. De su lado, el gobierno de Dina Boluarte afronta con irresponsabilidad e impericia el control del orden público y lleva a la policía a cometer graves violaciones a los derechos humanos. Algo que, con poquísimas excepciones, no había tenido lugar en décadas.
El problema es que esta es la única policía con la que contamos para enfrentar la crisis de seguridad y tenemos que apostar por ella. La mejor forma de hacerlo es focalizando recursos económicos adicionales e incentivos profesionales en las unidades de élite que, debidamente fortalecidas, vayan reclutando paulatinamente a los mejores policías para que se contagien de las buenas prácticas. A la par, se debe limpiar la institución de los incorregibles.
Alberto Otárola, en marzo del 2023, prometió reformar y limpiar la PNP. No hizo nada. No veo tampoco ahora de parte del Gobierno voluntad de hacerlo. Probablemente nos quedemos con lo que hay: a saber, los valiosos esfuerzos de buenos efectivos siendo insuficientes mientras la situación empeora.
Columnista de Diario El Comercio
Foto: Andina
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