Burocracia y derroche ahogan a Moquegua

Por Ubaldo Alvarez A ||

Al mirar la situación que atraviesa Moquegua en términos de gestión pública y distribución de recursos, no puedo evitar preguntarme si realmente estamos aprovechando las oportunidades que nos brinda la descentralización. Este proceso, que supuestamente debía acercar el poder a la población y optimizar los recursos, ha resultado ser un campo fértil para el clientelismo político y la ineficiencia administrativa, tal como se observa en la distribución del presupuesto del Gobierno Regional de Moquegua. ¿Qué tan efectivas son las políticas descentralizadoras si terminan en un caos de burocracia que no beneficia a nadie?

Según las cifras del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), para el año 2025, el Gobierno Regional de Moquegua tiene un presupuesto total de S/ 831 millones, de los cuales más del 70% se destina al gasto corriente, es decir, a salarios, prestaciones y otros gastos operativos. Solo un 29.45% se asigna a proyectos de inversión pública, que son, en teoría, la clave para el desarrollo de la región. ¿Cómo es posible que la mayor parte de los recursos se destinen a mantener una estructura administrativa que no está respondiendo a las verdaderas necesidades de la población? Este modelo de gestión parece estar más enfocado en alimentar la maquinaria burocrática que en invertir en obras que puedan transformar la vida de los ciudadanos.

La crítica de Emperatriz Vizcarra, activista social y analista política, es contundente: el gasto en la parte administrativa supera con creces a la inversión en obras públicas y ni siquiera se llega a ejecutar todo lo presupuestado para proyectos. El resultado de este desajuste es una región que sigue esperando soluciones a problemas de infraestructura básica y desarrollo económico, mientras los recursos se esfuman en un aparato administrativo que no da resultados. ¿Hasta qué punto es sostenible un modelo que pone más énfasis en la estructura interna que en los problemas reales de la población?

Una de las preocupaciones más grandes de Vizcarra es el exceso de personal dentro del Gobierno Regional. Ella menciona que “sales y ves puro chaleco rojo paseando por todos lados”, refiriéndose a la gran cantidad de funcionarios que, lejos de cumplir con sus tareas, parecen más dedicados al ocio que al trabajo. ¿Por qué se sigue pagando a tanto personal si no está generando un impacto real en la región? Este es un problema recurrente en los gobiernos regionales del país y Moquegua no es la excepción. A lo largo de los años, hemos visto cómo el número de funcionarios aumenta sin que haya un plan claro de gestión o evaluación del desempeño. La descentralización debería haber servido para mejorar la eficiencia administrativa y acercar los servicios al ciudadano, pero en muchos casos, ha sido solo una excusa para incrementar el aparato burocrático.

Lo que está claro es que este modelo no está funcionando. El gasto en personal y la ineficiencia administrativa no solo están desviando los recursos que podrían destinarse a obras y proyectos clave para el desarrollo de la región, sino que también están perjudicando la calidad de los servicios públicos y la confianza de los ciudadanos en sus autoridades. ¿Qué sucede cuando los recursos no se destinan a lo que realmente importa, como mejorar la infraestructura, la educación o la salud? El círculo vicioso se retroalimenta, y la gente pierde la fe en el sistema.

Entonces, ¿cuál es la solución? Creo que, más allá de un ajuste en los presupuestos, es necesario llevar a cabo una revisión profunda de la estructura administrativa de los gobiernos regionales. La racionalización del personal, tal como sugiere Vizcarra, es un primer paso importante. ¿Es necesario mantener tantos puestos si no se está obteniendo un resultado significativo? No se trata de despedir a todos, sino de hacer una evaluación rigurosa y eliminar aquellos cargos que realmente no aportan al progreso de la región.

Además, es urgente que los gobernadores regionales pongan en práctica una gestión más eficiente de los recursos. El 70% destinado a gastos operativos debería reducirse significativamente, y ese dinero debería ser redirigido hacia proyectos de inversión pública que generen empleo, mejoren la infraestructura y fomenten el desarrollo económico. En este sentido, la descentralización debería dejar de ser un pretexto para la burocracia y convertirse en una verdadera herramienta de progreso.

Finalmente, si los gobernadores regionales no están dispuestos a reducir el aparato burocrático y a tomar decisiones difíciles, entonces la descentralización pierde su razón de ser. Moquegua, al igual que muchas otras regiones del país, está en una encrucijada. Los recursos están ahí, pero su uso eficiente es lo que realmente marcará la diferencia. Si no se actúa con rapidez y responsabilidad, seguiremos atrapados en un ciclo de ineficiencia y desaprovechamiento que nos condena a vivir siempre a la sombra de lo que podríamos ser. Es hora de cambiar el rumbo y poner a las personas en el centro de la gestión pública. El futuro de Moquegua depende de ello.
Foto: La República 

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