Gobernadora regional de Moquegua pierde respaldo popular

Por Ubaldo Alvarez A ||

Al revisar los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) del primer trimestre de 2025, elaborada por el INEI, no puedo evitar la sensación de desazón que me produce la situación en Moquegua. La crisis de legitimidad que atraviesa el Gobierno Regional, bajo la gestión de la gobernadora Gilia Gutiérrez Ayala, es más que una simple cifra; es un reflejo directo de la creciente desconexión entre los ciudadanos y sus autoridades, algo que no podemos seguir ignorando.

Los números son abrumadores. El promedio regional de desconfianza se sitúa en un alarmante 78.5%. Las provincias de Mariscal Nieto y Sánchez Cerro no escapan de esta realidad, con un 76.4% de rechazo. Pero lo que realmente destaca, y lo que me inquieta profundamente, es la provincia de Ilo, que registra el 81.8% de desconfianza, el porcentaje más alto de la región. Si a esto le sumamos el hecho de que las opiniones favorables apenas alcanzan un 16.9%, la magnitud de la crisis es clara. Esto no es un simple ejercicio estadístico, es la voz de la gente pidiendo a gritos una mejora, un cambio.

Moquegua, históricamente una región con una riqueza natural impresionante y un importante potencial de desarrollo, parece estar sumida en un laberinto de desconfianza hacia sus autoridades. ¿En qué momento las promesas de progreso se desdibujan? ¿Por qué el liderazgo de la gobernadora Gilia Gutiérrez Ayala no logra conectar con la ciudadanía? ¿Es posible que las expectativas de la población hayan sido tan desmesuradas como para no ser cumplidas?

Es curioso cómo una gestión, que en teoría debe velar por el bienestar de todos los ciudadanos, termina perdiendo el respaldo de la población en su totalidad. Ninguna de las provincias, ni Mariscal Nieto, ni Sánchez Cerro, ni Ilo, tiene un respaldo significativo. Las voces críticas son constantes. Uno podría pensar que el respaldo a una administración debe ser un indicativo de la satisfacción con los servicios, la seguridad, la economía local y la calidad de vida. Sin embargo, en Moquegua, estos factores parecen haberse visto diluidos por promesas incumplidas y medidas que no llegan a materializarse. ¿Dónde están los resultados tangibles que puedan contrarrestar esta desconfianza creciente?

La desconfianza no es algo que surja de la nada. Es el resultado de meses de desgaste, de promesas rotas y de una falta de conexión entre los representantes y la población. En el caso de Moquegua, parece que la administración regional ha sido incapaz de gestionar adecuadamente las expectativas de los ciudadanos. ¿Acaso el gobierno regional ha perdido la capacidad de identificar las verdaderas necesidades prioritarias de la población? ¿De qué sirve un gobierno que no logra estar en sintonía con los problemas cotidianos de la gente?

Los problemas estructurales que afectan a la región, como la falta de infraestructura adecuada, el estancamiento de proyectos de impacto regional y la deficiencia en los servicios públicos, son parte de ese caldo de cultivo que ha permitido que la desconfianza crezca. Pero más allá de los problemas concretos, hay algo aún más profundo que subyace en este fenómeno: la sensación de que las autoridades no escuchan. ¿Por qué la gente siente que sus voces no tienen eco en el gobierno regional? ¿Acaso estamos ante una brecha irremediable entre las autoridades y la población?

Lo que se necesita ahora no es solo un cambio de estrategia, sino una reconstrucción de la relación de confianza entre el Gobierno Regional y la población. Este es el reto. ¿Será posible recuperar la confianza perdida? La gobernadora Gilia Gutiérrez Ayala tiene en sus manos una oportunidad decisiva: la de repensar su liderazgo, la de tomar acciones concretas que mejoren la calidad de vida de los moqueguanos, y la de retomar el rumbo de una gestión que debería estar al servicio del pueblo.

Si no se actúa con celeridad, la crisis de legitimidad podría agudizarse aún más, con repercusiones que afecten no solo a la gestión en curso, sino también al futuro de la región. ¿Será que la falta de resultados tangibles y la persistente desconfianza harán que la gobernadora y su equipo sigan ignorando el clamor popular? ¿Cuánto tiempo más podrán seguir ignorando una realidad que cada vez se hace más evidente?

En pocas palabras, la falta de confianza en el Gobierno Regional de Moquegua es un reflejo de una desconexión peligrosa entre las autoridades y los ciudadanos. La encuesta del INEI es una alerta urgente a la reflexión. Las autoridades deben tomar medidas inmediatas para restaurar la confianza, empezando por la transparencia, la rendición de cuentas y el cumplimiento de sus promesas de campaña electoral. ¿Qué más se puede hacer para devolverle la confianza a la gente? Si la gobernadora no hace frente a este reto, podría estar sellando su destino político. Moquegua merece un liderazgo que escuche y actúe en función de las necesidades reales de su gente, no uno que siga ignorando el clamor popular. ¿Estamos dispuestos a seguir siendo testigos de este deterioro, o es hora de exigir un cambio real y urgente?
Foto: GORE Moquegua 

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