Hace unos días, la presidenta Dina Boluarte llegó a Arequipa con la intención de cumplir con una de las promesas hechas durante su campaña: supervisar y asegurar el progreso de las obras de agua y saneamiento en la región. Su agenda parecía clara y beneficiosa para muchos. La inspección de los reservorios en Cerro Colorado, con un avance del 93% y la promesa de llevar agua potable y alcantarillado a más de 70,000 personas, parecía ser una muestra concreta de que la política, cuando se cumple, puede mejorar la vida de los ciudadanos. Sin embargo, como suele ocurrir en nuestra realidad política, las buenas intenciones se vieron empañadas por la tensión social y las manifestaciones de rechazo.
El contraste entre el compromiso de la mandataria, quien destacó en su discurso: “Palabra dada, palabra cumplida”, y el rechazo frontal de ciertos sectores de la población, nos invita a una reflexión sobre la política, las promesas electorales y la división que caracteriza a la sociedad peruana hoy en día.
Es indudable que, como ciudadanos, tenemos derecho a exigir que nuestros gobernantes cumplan con lo prometido, pero también es importante preguntarnos. ¿Por qué ese rechazo? En un país donde la desconfianza política es palpable y las brechas sociales se hacen cada vez más grandes, no es extraño que las promesas de los políticos sean vistas con escepticismo. Sin embargo, cuando se presentan hechos tangibles, como un proyecto de infraestructura que beneficiará a miles de personas, la actitud de rechazo debería ser cuestionada.
Lo más preocupante de este rechazo es la violencia que acompañó la protesta en el asentamiento humano Las Lomas, cuando manifestantes lanzaron piedras y huevos al vehículo del ministro de Vivienda. ¿Qué tipo de mensajes estamos enviando con este tipo de comportamientos? La violencia nunca es la respuesta. ¿Es que no hemos aprendido nada de la historia reciente del país? No podemos permitir que la política se convierta en un espacio para la destrucción, la ira y la confrontación constante. La democracia, en su esencia más pura, debe promover el diálogo y la reflexión, no la violencia.
Y es que aquí hay algo que debemos entender con claridad. Estos mismos manifestantes que se oponen a la visita de la presidenta Boluarte son los que, en su momento, apoyaron la candidatura de Pedro Castillo, un político que prometió refundar el país y modificar la Constitución. ¿No es irónico que, ahora, rechacen a la misma persona que formaba parte de esa fórmula? Este tipo de contradicciones no solo confunde a la ciudadanía, sino que también refleja una falta de coherencia política alarmante.
Los ciudadanos deben reflexionar sobre qué están pidiendo realmente. Por un lado, exigen una mejora en la infraestructura básica, como el acceso al agua potable, pero por otro, rechazan la presencia de la autoridad que se compromete a hacer realidad estos proyectos. ¿Estamos dispuestos a sacrificar el desarrollo por diferencias ideológicas? ¿Es la política un campo en el que el avance debe quedar en segundo plano por el simple hecho de que no estamos de acuerdo con el color de la camiseta política del momento? Es momento de madurar políticamente y poner los intereses comunes por encima de los intereses personales o partidarios.
Lo que sucedió en Arequipa, donde la presidenta fue recibida con manifestaciones y agresiones, no es más que un reflejo de una sociedad dividida que no logra trascender sus diferencias. ¿Por qué rechazamos el progreso? ¿Por qué no podemos dejar de lado las ideologías de polarización y pensar en el bienestar común? La política, más allá de la camiseta que se lleve, debe ser un medio para lograr el bienestar de todos los ciudadanos. No se puede dejar que las disputas políticas impidan el avance de obras que mejoren la calidad de vida de las personas, como el acceso al agua potable.
En otras palabras, si seguimos en este ciclo de rechazo y violencia, nunca podremos avanzar como nación. Las ideologías deben ser discutidas con respeto y entendimiento, no a través de la agresión. La visita de la presidenta Boluarte a Arequipa podría haber sido una oportunidad para mostrar cómo, a pesar de las diferencias políticas, las promesas pueden cumplirse. Es momento de que los ciudadanos reflexionemos y entendamos que el progreso no tiene color político, y que cada paso hacia el desarrollo es un triunfo para todos, más allá de nuestras diferencias políticas.
Foto: Revelación.pe
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