En los años 80, la comunicación era tan incipiente que utilizábamos cartas escritas a mano y a máquina de escribir. En aquella época, los medios de comunicación como la radio y la televisión estaban centralizados en capitales departamentales del país y las redes sociales eran prácticamente inexistentes. Sin embargo, la noticia de la creación de un nuevo colegio nacional en el vecino distrito de Yunga, provincia General Sánchez Cerro, Moquegua, corría de boca en boca.
Recuerdo vívidamente la emoción que invadió mi corazón cuando el alcalde del distrito, don Faustino Ajahuana, que en paz descanse y sus miembros visitaron mi comunidad campesina de Tassa para invitar a los padres de familia al funcionamiento del nuevo colegio. Fue en la última semana de marzo de 1,982 y las labores escolares se iniciaban en abril de cada año. El anuncio del alcalde me llenó de alegría y me propuse la meta de estudiar para mejorar la calidad de vida personal y de mi familia.
La década de los 80 era una época en la que los transportistas ofrecían servicio de transporte en pequeños camiones dos veces a la semana desde la ciudad de Arequipa con destino a los pueblos de la zona, llegando alrededor de las 7 u 8 de la noche. La llegada de los primeros docentes estaba en boca de todos, y yo, lleno de entusiasmo, me apresuré a averiguar si los profesores para el colegio recién anunciado su creación vendrían en esos camioncitos. La confirmación llegó a mediados de abril, cuando finalmente arribó la profesora Dionicia Velásquez Apaza. Fui el primero en abordarla y saludarla, preguntándole directamente si venía a enseñar en el nuevo colegio. Con amabilidad, me confirmó que sí y me invitó a presentarme al colegio al día siguiente. Esa noche, lleno de esperanza, alegría y que al día siguiente voy a recabar información sobre la matrícula.
Así fue como logré regularizar mi matrícula para el año lectivo de 1,982. El colegio inició su funcionamiento en el salón de actos de la escuela primaria de Yunga. Recuerdo que al principio faltaban carpetas para los 16 estudiantes que dimos los primeros pasos en ese flamante colegio. Nos las arreglamos como pudimos, utilizando adobes de barro y tablas como asientos temporales, hasta que el director de primaria nos facilitó algunas carpetas usadas que habían sobrado. Así comenzó a funcionar el Colegio Nacional de Yunga.
La inauguración oficial del colegio se llevó a cabo el 14 de mayo de 1,982. En esa ceremonia, las autoridades, docentes, alumnos y padres de familia participamos en el acto protocolar. Un hijo ilustre de Yunga, don Vicente Cristóbal, quien había completado sus estudios superiores en la Universidad Nacional de San Agustín en Arequipa, estuvo presente en la inauguración. Era un modelo a seguir para todos nosotros, y su presencia me inspiró. Don Vicente entregó libros de texto para los estudiantes, y al observarlo, me propuse estudiar con pasión, convencido de que la educación era el camino para salir de la pobreza y el analfabetismo.
Mis primeros maestros en primer año de secundaria fueron la profesora Dionicia Velásquez Apaza, quien enseñaba las áreas de ciencias, y el profesor José Tapia Aguilar, a cargo de las áreas de letras.
Entre mis compañeros de estudios, destaco a Valerio Arana, conocido como "el loquito," un destacado deportista de fútbol; Francisca Mamani, la única dama en el grupo; Hugo Mendoza, mi competencia en primer año de secundaria "el Chacón"; Nazario Gonza, el compañero más alegre; Sergio Paredes, el más alto y músico; Justo Arana, el más alegre; Arcadio Cosi, el caminante incansable; Pedro Cáceres, apodado "el pata de palo"; Santual Cristóbal, el luchador; Sabino Mamani, conocido como "el Barbadillo"; Luis Calizaya, el más tranquilo. Estuvieron en nuestra promoción por un corto tiempo: Aledio Sulca, amante de su pueblo; y Félix Pelagio. También recordamos a nuestros compañeros que nos adelantaron y están en la memoria, como Demetrio Paredes, el popular "pinocho," destacó en el fútbol, Sabino Manuel, con cariño "el chato," un gran músico y Antonio Mamani, el más bajito de la promoción, pero con un gran espíritu en la caminata de Exchaje a Yunga.
Durante los cinco años de estudios secundarios, mi madre siempre estuvo pendiente de mi educación. "Hijo, levántate temprano para que vayas al colegio", me decía cada mañana. Yo vivía en la comunidad de Tassa y tenía que caminar aproximadamente 30 minutos hasta Yunga para estudiar en el colegio del mismo nombre. Cada día, durante ese trayecto, me sumergía en la belleza de la naturaleza que me rodeaba: las chacras, los árboles y el sonido de las aves. Cruzar el río alto Tambo por el puente colgante Tassa-Yunga se convirtió en un ritual diario, marcando el inicio y el final de mis jornadas escolares.
Los ilustres docentes de la Institución Educativa Andrés Avelino Cáceres, como Dionicia Velásquez, Juan Apaza, Mary Ayala, Carmen Rodríguez, Rudy Tito y Mario Cosi y Nelly Murillo, jugaron un papel fundamental en nuestra formación. Algunos, como Carlos Zúñiga y Manuel Rodríguez, partieron a la eternidad, pero su legado perdura en nosotros. A todos ellos, les recordamos con profundo agradecimiento y nostalgia.
Hoy, al conmemorar el 36º aniversario de la Institución Educativa Andrés Avelino Cáceres, mi alma se llena de gratitud por los conocimientos adquiridos, las amistades forjadas y las lecciones de vida aprendidas en esos años. Nuestro colegio siempre se destacó por su disciplina, formación ética y gallardía en los desfiles, pero, sobre todo, por su enseñanza y calidad educativa. Los ex alumnos, que ahora somos parte de esta historia, recordamos con cariño y nostalgia cada momento vivido en esas aulas y pasillos.
¡Feliz 36 Aniversario, Institución Educativa Andrés Avelino Cáceres! En cada uno de nosotros, llevamos el orgullo de haber sido parte de esta comunidad educativa que nos guió hacia un futuro mejor. Agradecemos a nuestros maestros, compañeros y padres de familia por su apoyo incondicional en nuestra travesía educativa. Que este aniversario nos recuerde la importancia de la educación en la formación de ciudadanos comprometidos y preparados para enfrentar los desafíos del mundo moderno.
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