Alcalde de Yarabamba detenido por presuntos actos de corrupción.

Por Ubaldo Alvarez A ||

Yo siempre he creído en el poder transformador de la política, en la capacidad de los líderes locales para cambiar la realidad de sus pueblos. Sin embargo, la reciente detención del alcalde de Yarabamba, Manuel Aco Linares y la revelación de una red de corrupción que involucra a funcionarios y empresarios, deja un sabor amargo en mi percepción de la política local. ¿Cómo es posible que, en un país con tanto potencial, la corrupción siga socavando nuestras instituciones?

La Fiscalía Especializada en Delitos de Corrupción de Funcionarios de Arequipa ha estado siguiendo los pasos del alcalde Aco Linares desde junio del año pasado. Se le acusa de solicitar diezmos a empresas para asegurar la licitación en obras municipales. Estas prácticas corruptas, que afectan directamente el desarrollo de su distrito, no solo manchan la imagen del alcalde, sino que también minan la confianza ciudadana en las instituciones gubernamentales.

Las obras bajo investigación, el mantenimiento del sector de la Banda y Chiriguaya, con financiamientos millonarios, son el escenario de esta trama corrupta. Víctor Maldonado Acosta, Ivan Zurita Chipana, Jorge Luis Gonzales Llerena, Edwin Francisco Mamani Apaza y el empresario Miguel Ángel Charca Mamani están entre los detenidos. La organización criminal "Los Ediles del Cono Sur", según la investigación fiscal, operaba como una red donde las empresas pagaban sumas de dinero antes y después de obtener la aprobación para realizar obras.

El allanamiento conjunto realizado por la Fiscalía y la Policía ha revelado más de 500 mil soles en efectivo, presuntamente obtenidos mediante los diezmos pagados por las empresas. Este dinero, que debería haber sido destinado a mejorar la calidad de vida de la población, ahora se encuentra en manos de aquellos que se suponía debían velar por el bienestar de la comunidad.

Es alarmante que esta trama de corrupción se desarrolle en una municipalidad con altos recursos, siendo la tercera a nivel nacional en presupuesto por regalías y canon minero. ¿Cómo es posible que, a pesar de contar con millones de soles, la comuna de Yarabamba no haya logrado proporcionar servicios básicos a gran parte de su población? ¿Dónde está el progreso que debería derivar de esos recursos?

Este escándalo no solo destapa la corrupción sistémica en la política local, sino que también nos confronta con la urgente necesidad de un cambio de mentalidad en la sociedad peruana. Desde la escuela, debemos educar a las futuras generaciones sobre la importancia de los valores éticos y el servicio a la sociedad. La corrupción no es solo responsabilidad de los políticos; es un reflejo de la moral de una sociedad.

Es triste constatar que muchos, incluso aquellos que deberían ser líderes ejemplares, están más preocupados por llenarse los bolsillos que por el bienestar de la sociedad y la patria. ¿Qué futuro nos aguarda si no mejoramos como personas y como sociedad? La campaña electoral, en la que las promesas se multiplican sin cesar, parece un juego donde cualquiera puede prometer cualquier cosa con tal de llegar al poder y enriquecerse de manera ilícita.

Es necesario preguntarnos si la estrategia de algunas exautoridades, que aparecen con propiedades millonarias y viven plácidamente cuando las papas queman en el panorama político, no dicen que ésta boca es mía. Se desentienden adoptando una actitud parca y se hacen los cojudos frente a las autoridades de turno envueltos en corrupción. ¿Es esta su estrategia para evadir la justicia? ¿Deberíamos aceptar esto como algo normal en nuestra sociedad?

En conclusión, el caso de corrupción en Yarabamba es más que un simple escándalo local; es un grito de despertar para la ciudadanía peruana. Necesitamos demandar un cambio real en la forma en que se hacen las cosas, desde la base de nuestra educación hasta la cima de nuestras instituciones gubernamentales. Solo entonces podremos construir un futuro donde la ética y el servicio a la sociedad prevalezcan sobre la codicia y la corrupción. La esperanza radica en la conciencia ciudadana, en la exigencia de transparencia y en la determinación de construir un país mejor, donde la corrupción no sea la norma, sino la excepción que repudiamos con firmeza.
Foto: PNP

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