Esperanza
Medina
Después
del discurso presidencial por fiestas patrias y la explicación detallada del
Ministro de Educación sobre cómo se invertirá el anunciado incremento del
presupuesto de su cartera, el título de este artículo para muchos sonará
pesimista y hasta desatinado. Sin embargo, la propuesta del gobierno denota
ceguera o ineptitud o ambas, para conducir la gigantesca y estratégica nave
para el desarrollo de nuestra sociedad, cual es el sector Educación.
Son
varios los indicadores de calidad que describen la grave crisis de la educación
peruana: los más bajos niveles de aprendizaje en evaluaciones internacionales;
el más alto índice de corrupción entre los sectores públicos, una de cuyas
lamentables manifestaciones es el manejo de plazas y de presupuesto al margen
de la ley y del derecho y la inoperancia de los órganos intermedios (Ministerio
y UGEL’) para supervisar, asesorar la labor docente en aula y para optimizar el
soporte administrativo necesario para le gestión educativa; el desgobierno creciente
en las Instituciones Educativas; el creciente desinterés de los estudiantes por
aprender; la persistente práctica docente frontal y repetitiva; los bajos
sueldos de los docentes y su deficiente formación profesional que dificultan la
implementación de las innovaciones pedagógicas que se requieren para elevar la
calidad educativa; la indiferencia, irresponsabilidad y/o desconocimiento de la
mayoría de padres de familia respecto a su rol como principales educadores de
sus hijos.
Todo esto
sumado a la problemática juvenil caracterizada por el abandono afectivo, moral
y/o económico de los padres, la desenfrenada y creativa oferta de estímulos
negativos (drogas, pornografía, violencia, etc.) que la mayoría de jóvenes
acepta para llenar su vacío de amor y de respeto como personas; las distintas
formas de violencia que experimentan cotidianamente sea por parte de la
familia, del colegio y de la sociedad; configuran el panorama de gravedad y de
emergencia en que se encuentra la educación en el Perú.
La propuesta
del gobierno, en la voz del presidente y ministro, hay que valorarla en base a
“lo dicho” y “a lo no dicho”. La importancia del tema para el país amerita
presentar a la ciudadanía la situación actual, la visión de futuro y la
estrategia para alcanzarla, y debe haber entre ellas coherencia y consistencia;
sin embargo, nos limitan a cifras de dinero y un listado de cosas en la que se
podría invertir.
Queda
pues en evidencia que no se está atendiendo el meollo del problema educativo.
Más fondos asignados al sector educación sin corregir las deficiencias
estructurales, deviene en mayor ineficiencia y menor productividad, aumentando
el despilfarro sin lograr el objetivo.
No es lo
dicho, el problema, sino el silencio del gobierno en torno a aspectos clave para
superar la grave crisis educativa como los que puntualiza a continuación:
(1) El
desgobierno: no hay principio de autoridad, las leyes y reglamentos no se
cumplen, y no pasa nada, hay impunidad.
(2) La
Corrupción: institucionalizada, que genera ineficiencia, despilfarro y destruye
todo esfuerzo de mejora.
(3) La
insuficiente preparación del 70% de docentes y directores para garantizar
calidad educativa en su labor.
(4) La
necesaria reforma de las Escuelas de formación docente.
(5) La
urgente atención de necesidades humanas de los estudiantes, para enfrentar su
crítica problemática.
En este
contexto, los planteamientos del gobierno anunciados el pasado 28 de julio, no
son más que paliativos sensacionalistas, que confirman una vez la falta de
voluntad política para transformar la educación peruana e impulsar sostenida y
eficazmente su desarrollo como base de la prosperidad de la sociedad
peruana.
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