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Escribe: Augusto Álvarez
Rodrich
Frente a un artículo lúcido como los que Roberto Abusada suele escribir
en El Comercio, una entrevista publicada al día siguiente, en el mismo diario,
al mismo economista, trae algunas afirmaciones que llevan a levantar una ceja
en señal de sorpresa.
Como cuando le preguntan qué haría si hoy fuera ministro de Economía y
responde: “Primero, asegurar que Humala no pase a la historia como un
presidente anodino y como el peor de la historia del Perú”.
En el artículo del día previo, Abusada comentó el mensaje presidencial
concluyendo que Ollanta Humala no ha entendido su tarea en la promoción del
progreso económico.
Coincidir con ello no es difícil. Sí lo es, en cambio, aceptar que
Humala puede ser el peor presidente de la historia del Perú pues, ni aunque se
esfuerce, podría lograrlo en el año que le queda en Palacio, no tanto por sus
propias cualidades sino porque enfrenta a grandes competidores.
Para no viajar muy lejos en el túnel del tiempo, cualquiera de los dos
gobiernos de Fernando Belaunde no parece mejor que el actual. ¿Y qué decir de
Alberto Fujimori, quien purga condena por violador de derechos humanos y por
corrupto?
Frente a Alan García, su primer gobierno fue un mamarracho que puso al
Perú en el colapso y que sí podría participar en el torneo ‘peor gobierno’,
mientras que el segundo, sin ser gran cosa, pues no realizó reformas críticas,
aprovechó muy bien el buen viento internacional.
Para compensar el daño tan profundo que García le propinó al Perú entre
1985 y 1990 necesitaría unos cuatro excelentes gobiernos (lo cual no debe
interpretarse como expresión de apuesta por su candidatura).
Alejandro Toledo, por su parte, también tuvo un buen momento económico
pero le produjo, por su comportamiento, un gran desprestigio a la institución
de la presidencia.
El problema de estas comparaciones es que la economía no debe ser el
único criterio para concluir qué presidente es mejor, pues un mandato involucra
muchos más aspectos, incluyendo los institucionales, sociales, internacionales,
políticos, etc.
Humala podrá ser anodino para muchos, pero sostener que él puede ser el
peor presidente de la historia constituye una clara exageración.
Pero esta es una discusión interesante que debiera llevar a la
construcción de un conjunto pequeño de indicadores multidisciplinarios; que
sean creíbles; desestacionalizados (para distinguir el desempeño propio del momento
internacional o en un año con Fenómeno del Niño); y fáciles de entender por la
población, lo cual permitiría hacer comparaciones y evaluar el papel del
presidente.
De lo contrario, se corre el riesgo de que el único criterio de medición
de la gestión de un presidente sean los tuits del ex presidente García.

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