El incendio que se desató la madrugada de ayer en la quinta cuadra de la Avenida Jesús es una tragedia que, aunque sorprende por la magnitud de las llamas y las consecuencias, no puede decirse que haya sido del todo inesperada. Es un episodio más de la crónica de negligencias y falta de control municipal que, lamentablemente, sigue siendo una realidad en muchas ciudades del país.
Cuando observé la noticia en las redes sociales del siniestro, lo primero que me vino a la mente fue una palabra: desidia. No solo de las autoridades municipales, sino también de nosotros como sociedad, quienes aceptamos muchas veces que los negocios operen en condiciones peligrosas sin que haya repercusiones inmediatas. En este caso, nos encontramos con locales madereros que no contaban con permisos municipales para operar. Es increíble pensar que, incluso después de una inspección municipal, estos locales seguían funcionando, aunque ya habían sido clausurados algunos de ellos. ¿Cuántas tragedias como esta necesitamos para que las inspecciones realmente surtan efecto?
Las imágenes del incendio, con varios talleres consumidos por completo, y la noticia de personas heridas —incluyendo a un bombero con una grave lesión en el ojo izquierdo— no solo conmueven, sino que también indignan. Estos hombres y mujeres, que arriesgan sus vidas para salvar las nuestras, merecen trabajar en condiciones más seguras y con mejores recursos. No es aceptable que las mangueras de las cisternas de bomberos, según algunos testigos, se presentaran rotas. La precariedad de los equipos y la falta de recursos adecuados para enfrentar emergencias como esta son problemas estructurales que debemos resolver de manera urgente.
Por otro lado, lo que más me desconcierta de este siniestro son las palabras de los vecinos, quienes mencionaron que se escucharon algunas detonaciones antes de que las llamas alcanzaran su punto álgido. ¿Fueron disparos? Aún no se sabe con certeza, pero de ser así, el panorama sería aún más sombrío. La posibilidad de que el incendio haya sido intencionado o resultado de un acto criminal es escalofriante y merece ser investigada a fondo.
La labor de los bomberos fue loable: movilizaron 50 efectivos y tras más de cuatro horas lograron controlar el incendio. Sin embargo, es preocupante pensar en lo que pudo haber pasado si el fuego no hubiera sido controlado a tiempo. Es claro que el riesgo para las zonas aledañas era alto, y la suspensión de labores en colegios cercanos como la Gran Unidad Escolar Mariano Melgar y el Politécnico Rafael Loayza fue una medida sensata. Afortunadamente, el incendio no cobró vidas, pero esto no debe relajarnos. Se trató de una tragedia que pudo haberse evitado.
La explicación dada por Diego Ayca, subgerente de Gestión de Riesgos y Desastres de la Municipalidad Provincial de Arequipa, sobre la falta de permisos municipales y la inspección reciente, no es suficiente. El hecho de que se dieran 20 días para levantar observaciones y que, mientras tanto, los locales siguieran operando, demuestra una vez más la falta de rigor en las políticas de control y fiscalización. Esto plantea una pregunta clave: ¿por qué no se ejecutaron acciones inmediatas tras la clausura de algunos de estos locales?
Finalmente, este incendio debe servir como un llamado de atención, tanto para las autoridades como para los ciudadanos. No podemos seguir permitiendo que negocios que representan un peligro para los vecinos operen sin control. Es necesario mejorar las condiciones de trabajo de nuestros bomberos y garantizar que cuenten con los recursos necesarios para enfrentar este tipo de situaciones. Además, las municipalidades deben actuar con firmeza y rapidez cuando se detecten irregularidades, antes de que se conviertan en tragedias. Solo espero que esta vez, las autoridades no se queden de brazos cruzados. El fuego ya está apagado, pero las lecciones que nos deja esta tragedia no deben ser ignoradas.
Foto: GRA
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