Carlos
Javier León Ugarte*
Difícil
momento el que pasa la Primera Dama actualmente. Probablemente sea el inicio de
una serie de denuncias con la que este Gobierno concluirá su mandato, y tal
como van las cosas, arreciará duramente contra la pareja presidencial una vez
que dejen Palacio.
 La
estrategia es de la peor. Nada sorprendente para la pareja presidencial,
quienes desde inicios de su mandato erraron en su técnica comunicativa, y en
todo el soporte estratégico de respuesta protocolar.
Negarse a
responder o desviando el tema de sus acusaciones tal como lo hace hasta ahora
Nadine Heredia, solo la está exponiendo a su exterminio político una vez que se
acabe su mandato el próximo año. Si hoy, con todo el aparato estatal y el sistema
político que canaliza, más aun con un buen grupo de medios de comunicación,
congresistas  y ministros afines no sale a enfrentar la situación,
difícilmente podrá hacerlo cuando estén fuera del Gobierno, sin poder político
y sin aliados en el Congreso.
En ese
sentido, Martin Belaunde y otros personajes que aparezcan de aquí en adelante
podrían dar la estocada final a los fines políticos que Nadine pretende. La
baja aprobación de Gobierno a un año de concluirlo, neutralizan también al
mismo Humala alguna posible intención de reacción de blindar a su esposa.
Sin un
partido político estable, ni reforzado ideológicamente en estos cuatro años, no
habrá muro, ni bastión, ni militancia que salga a defender a Nadine después del
2016.
Más allá
de que las estadísticas reafirman que solo en nuestra región la argentina
Cristina Fernández ha sido la única ex primera dama en conseguir el poder, las
aspiraciones presidenciales de las esposas de los eventuales presidentes han
sido demasiado voraces, apetitosamente carroñeras, tanto que algunas hasta
tropezaron con sus presidentes, pero eso sí, poco efectivas y exitosas.
Nadine
Heredia tiene muchas características loables, pero más también, más debilidades
que otras. Su orgullo y terquedad no las supo canalizar hacia buen puerto.
Desde el primer momento desafió la investidura de su esposo, el presidente. Sin
respeto alguno enmendó la plana a sus ministros, los mangoneó, los digitaba,
los capitaneaba  y les pedía explicaciones para todo, y algunos, hasta los
“guapeaba” públicamente. Anuló sin cálculo a miembros cercanos al presidente
solo porque le hacían sombra Marisol Espinoza, es un claro ejemplo de ello, y
su comportamiento majadero a través de las redes o entrevistas o trascendidos,
han sido siempre, el núcleo esencial del origen de todas las crisis sufridas
por este Gobierno.
Un mal
asesoramiento alimentó su soberbia de manera desmesurada. Jugó a ser Evita
Perón, pero apenas llegó a ser menos que la guatemalteca Sandra Torres.
Las
denuncias que van saliendo cada semana contra ella, irán aumentado mientras
avancen los días y la campaña comience, pues si bien es cierto no será
candidata ya, atacarla a ella, en representación directa del Gobierno, será una
buena estrategia para cualquier candidato que aspire ser presidente del Perú.
Solo
queda una cosa a Nadine Heredia, salir a responder en todos los ambientes y en
todos los espacios posibles sobre las denuncias en su contra, responder cada
pregunta de la prensa con coherencia, veracidad y menos soberbia, sin desviar
el tema ni echar la culpa a nadie. Por ahora, es lo único que le queda para
sobrevivir la marejada que no cesará a partir de ahora, no le queda más, es su
última carta si es que quiere continuar en carrera política hacia el 2021, solo
le queda eso, pensar con taimada sabiduría y esmerada tranquilidad propias de
un político que aspira a serlo, y dejar pasar la terrible resaca propia, de
estar condenada a ser siempre una “borrachita de poder”.
 *Periodista
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