Lo que viene sucediendo al interior del palacio de gobierno es muy preocupante. La presidenta Dina Boluarte ha empezado a mostrar las garras del extremismo partidario al que pertenece, como indica su partida de nacimiento político firmada por el procastrista –por tanto, prochavista– Vladimir Cerrón Rojas. Este prófugo de la justicia, ayudado –ahora sí de manera cada día más flagrante– por Boluarte y su entorno, no acepta que nuestro país toque ni con el pétalo de una flor a su amigo Nicolás Maduro Moros, el zar de Venezuela; y otro prohijado como él por la letal dinastía habanera de los Castro Ruz. Boluarte es consciente de su orfandad política. Ella depende de una bancada congresal parchada y chantajista, que dirige Vladimir vía su hermano Waldemar. Además, según todas las encuestas (y la realidad de los hechos), la presidenta funambulista totaliza cuatro por ciento de aprobación popular como tope. Por encima de esas, de por sí atroces, muestras de extrema inestabilidad sociopolítica, Boluarte no sabe, no puede (aunque sí quiere) go-ber-nar. Hoy, que está extremadamente atribulada, comprende que la forma de hacerlo es teniendo satisfecho a su jefe, luz y guía: Vladimir. Recordemos que ella ostenta la faja presidencial, entre otras casualidades, gracias a que Cerrón la colocó en la plancha presidencial para sustituir al ágrafo-golpista Castillo, a quien elevó de rango al puesto de postulante a la presidencia del Perú. Aunque eso sí, ninguno de ambos personajes tuvo vuelo propio. Siempre el titiritero fue Vladimir. ¡Y seguirá siéndolo! Porque el norte de Perú Libre está en consolidar –a como dé lugar y al costo que fuere– su preeminencia en la cúpula del poder.
Parte de ese precio es permanecer dentro del espacio político que fijan el Grupo de Puebla y el Foro de Sao Paulo. ¡Primera premisa: defender el comunismo! Segunda, mantener vivo al chavismo. Son condiciones sine qua non del apparatchik marxista sudaca. Y Boluarte debe acatarlas para seguir en el poder. Es más que evidente que ese eje comunista regional rechazaba que permanezca como ministro de Relaciones Exteriores un peruano correcto, con la cabeza bien amoblada, como Javier González Olaechea. ¿Razón? Su condición de censor pertinaz del impresentable Nicolás Maduro. Cerrón lo habría vetado cuando la crisis generalizada de Venezuela empezó a agravarse. Allí pegó un golpe a la mesa enrostrándole a Boluarte algo como: “Basta. ¡O remueve al canciller González Olaechea o mañana planteamos una denuncia constitucional en el Congreso para vacarla!”. Esto último implica retomar el régimen totalitario inaugurado el 28 de julio de 2021, para concluir la tarea comunista de destrozar económica, social y políticamente al Perú, siguiendo el credo totalitario de agudizar las contradicciones para imponer el comunismo. ¡Porque, justamente, donde existen graves problemas (los ministerios del Interior, Economía y Salud) todo sigue igual! ¡Inclusive, recientemente Boluarte nos amagó con un atentado contra la estabilidad financiera nacional, prolongando la crisis de Petroperú para agudizar el caos generalizado y facilitar el golpe que persigue Cerrón, apelando a sus habilidades desestabilizadoras aprendidas en Cuba para imponernos el comunismo!
Columnista Diario Expreso
Fotos: Andina
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